La prolongada sequía que afecta a la región ha dejado al descubierto un paisaje desolador en la presa Vicente Aguirre, en Alfajayucan. Lo que antes era un cuerpo de agua vital para la agricultura, ganadería y turismo local, ahora es poco más que un lecho seco que exhibe los vestigios de un pasado sumergido.
Hace apenas cinco años, la iglesia de San Antonio Corrales emergía majestuosa de las aguas de la presa, y solo se podía llegar a ella en lancha. Hoy, debido a la falta de lluvias, el nivel del agua ha descendido al alarmante 2.3% de su capacidad, revelando completamente la estructura de la construcción religiosa, a la que ahora se puede acceder caminando.
Rubén Armendáriz, director técnico de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), explicó que este fenómeno es común cuando los niveles de las presas descienden drásticamente, sacando a la luz pueblos y construcciones que quedaron inundados en su momento de construcción.
Un letrero que prohibía la pesca en la zona ahora yace obsoleto, pues no hay peces que pescar, solo una vasta extensión de tierra seca y un pequeño embalse que lucha por subsistir ante las altas temperaturas.
Los residentes locales han sentido el impacto de la sequía de manera contundente. Los vecinos señalan que la falta de lluvias en los últimos tres años ha afectado significativamente a la comunidad, impidiendo que las presas se llenen y dejando a la región sin su principal fuente de sustento.
Antaño, la presa sostenía la agricultura, ganadería y turismo local. Era el abrevadero de decenas de animales, regaba los cultivos de los campesinos y era un destino popular para paseos en lancha. Sin embargo, con la sequía, la vida en torno a la presa se ha desvanecido.
Los habitantes de la zona lamentan la situación y se preguntan cómo podrán los agricultores sembrar si la tierra está seca. La siembra de alfalfa, maíz, chile, frijol y otros cultivos, que solía florecer con el agua de la presa, ahora parece una utopía.
La esperanza de los residentes reside ahora en la llegada de las lluvias. Sin embargo, mientras tanto, más de 10 mil hectáreas de producción están en riesgo, lo que impactaría directamente a cerca de 3 mil productores del campo. La incertidumbre se cierne sobre la región, mientras los habitantes aguardan con ansias el retorno de las precipitaciones que alguna vez dieron vida a su tierra.